THE Survivor

Survivor level 10; Bani, San Cristóbal .

Aqui va como fue la cosa:

Survivor o Solvaivol es como hemos terminado llamándole a este tipo de excursiones, que venimos realizando de un tiempo para acá. No son más que viajes y caminatas haciendo un poco de turismo interno/ecológico donde se acampa a la intemperie, se duerme como se puede y se come lo que se encuentre… intimando así con nuestra madre naturaleza, o, como dice todo aquel que conoce las historias, “pasando trabajo” por puro placer. Este en particular, ha sido calificado por todo aquel que lo vivió, de una forma u otra, como “EL solvaivol”, o Survivor level 10.

La travesía inicia originalmente meses atrás, cuando nuestro único guía, excursionista experto, contacta a nuestro organizador, proponiéndole una nueva ruta de excursión que nunca iba a olvidar; ir desde Baní, La Yayita a la presa Jiguey/Aguacate en San Cristóbal, por montes, claro. Efectivamente, ni él, ni ninguno de los autoproclamados “amantes de la naturaleza” olvidarían la travesía.

Los contactos y preparativos fueron hechos, y el tan esperado día arriba. El viernes 21 de agosto partimos desde el parque Enriquillo a las 2000 horas, después de las 2 horas de espera mandatorias que exige el código de vida del dominicano (si es a las 6:00 nos vamos a las 8:00). Montados en nuestro autobús expreso, sin ningún otro pasajero que nos sirviera de testigo, y con la comodidad del precio ofrecido por el chofer para llevarnos “derechito hasta allá”, nos embarcamos ilusos, optimistas e inocentes en un Survivor que daría cátedra al famoso “Survivor man” de Discovery Chanel, Bear Grylls.

Una vez en Baní, nuestro próximo y flamante transporte esperaba, una camioneta offroad Land Rover con bastos años de experiencia en transporte interurbano y en la cual a duras penas si cabíamos los 16 aventureros, nos llevaría hasta nuestro próximo destino; La Yayita, el cual entre ríos y caminos oscuros y desiertos, se asemejaba más a un escenario fantasmagórico que a un pueblo habitado.

Llegamos a nuestro “refugio” de la noche; un almacén medio abandonado, de blocks y zinc suficientemente grande como para que todos nos “acomodáramos” para “dormir”. Y entre la tertulia obligada, la compañía de las ratas y las arañas inmortales, la degustaciones de elixires milagrosos, el calor insoportable de la noche y el frío increíble de la madrugada, logramos “descansar”.

Y finalmente, a lo que habíamos ido. A las 730 horas del sábado 22 de agosto, después del nutritivo desayuno de pan buffet y barras de granola, el grupo se puso en movimiento. En el aire se respiraba la alegría y la inocencia de los viajeros, que gustaban de estar en contacto con la madre naturaleza. Las sonrisas adornaban los rostros que admiraban el verdor de las plantas, lo hermoso del sol brillante, la pureza de los ríos y arroyuelos y lo largo de un jodido camino que se extendía entre subidas y más subidas unos 17 kilómetros.

Pronto el sol dejó de ser hermoso y brillante y pasó a ser protagonista de muchas maldiciones e insultos. El verde de la naturaleza ya no era el enfoque principal de muchos, sino el marrón del camino y los “regalitos” de mulas y caballos que se encontraban en él. La mochila al hombro había dejado de ser un símbolo de los aventureros y se había convertido en un peso maldito que muchos detestaron. Las subidas se las lucían y las bajadas y los llanos brillaban por su ausencia. El asma se hizo presente en algunos y el cansancio en todos. El verdadero Survivor había empezado.

Luego de 6 horas de intenso camino, el primer grupo llegó al destino final del día; Cañaveral, un diminuto poblado de trabajadores del café. Allí nos reunimos horas después con el último grupo que luego de un pequeño desvío de unos 15 minutos llega por fin al punto de encuentro, listo para un relajante baño en hermosos balnearios naturales de frías aguas cristalinas, que daban algo de sentido a todo el trabajo del día. Y una vez allí a prepararse para pasar la noche porque… ¡Sorpresa! El día siguiente sería mucho peor.

De nuevo las tertulias reinaron en la noche. Los dolores, las quejas, las risas se hicieron presentes durante nuestra estadía en aquel almacén de café en el que dormimos. El hambre también dijo presente, por lo que concretamos hacer un locrio de salami con tuna con ingredientes comprados en el mismo poblado, y usando una de sus cocinas prestadas. Unos tragos del león, unas cuantas verdades y unos que otros retos después de los “yo nunca” y a dormir otra vez en compañía de ratones y otras alimañas a las que no daríamos mente por el cansancio.

Un nuevo sol nos despierta a eso de las 730 horas, estamos tarde, ¡a caminar! Con los ánimos “renovados”, y con ayuda de dos mulos que se turnaban entre cargar pesadas mochilas o gente, o ambas, empezamos a subir. Ya no habían sonrisas ilusorias como en el primer día. El grupo estaba claro, había que caminar mucho. Y entre el sol, la lluvia, el calor, la brisa y los pseudo caminos que había que crear a medida que se avanzaba (a causa de un derrumbe que destruyó el camino original), las maldiciones e insultos a nuestro organizador, las escaladas improvisadas, los barrancos y el lodo, llegamos a nuestro punto de encuentro, donde la historia toma un rumbo distinto; el Plan.

Descansamos 5 minutos, esperamos a los últimos que no venían tan lejos y a partir nuevamente. Sin planearlo, nos dividimos en dos grupos; los que caminaban a un buen ritmo e iban delante con el guía, curiosamente en su mayoría mujeres, y los que expertos excursionistas que caminaban muy bien pero decidieron quedarse atrás con los menos rápidos, curiosamente todos hombres a excepción de una mujer.

Y después de subir casi arrastrando los pies lo que sería nuestra última montaña, empezamos el eterno descenso entre precipicios y múltiples senderos cuestionables que serían los culpables de retrasos de hasta de 40 minutos del último grupo. Tras unas 7 horas de “ya estamos llegando”, “no falta mucho” y “ya están ahí” el primer grupo llega a lo que estaba destinado ser el punto final de encuentro; las orillas del río Nizao.

1700 horas del domingo 23 de agosto. Ya estamos bien retrasados y no hay señales del último grupo. La parte final de la travesía incluía ir río abajo para llegar a la Hidroeléctrica Jiguey/Aguacate, donde un trasporte nos esperaba y nos llevaría a San Cristóbal. Pero, como otras tantas veces en el viaje, no había sendero real y llegar a la hidroeléctrica implicaba cruzar el río.

Decidimos irnos adelante, asegurar nuestro transporte, después de todo, los muchachos no podía venir tan lejos, y la hidroeléctrica solo estaba a unos 15 minutos. Ilusos nosotros que no imaginábamos las peripecias que el otro grupo sufría, y las que nos esperaban. Entre ataques de nervios, caídas de mulos, mochilas en los ríos, y varios gritos, cruzamos el río Nizao y empezamos a avanzar en la otra orilla solo para darnos cuenta que, de este lado, tampoco había forma de llegar. Cruzando nuevamente a la otra orilla, en cadena humana para evitar ser arrastradas por la corriente, caímos en cuenta de que la única forma de llegar sería por el mismo medio del río, o en su defecto, escalando rocas sin ninguna clase de equipo para ello y con las mochilas al hombro.

Nos tomó hora y media llegar finalmente a la hidroeléctrica, y una vez allí, cansados todos al extremo, empapados y sin haber ingerido comida real durante todo el día, nos dicen que el transporte se había ido a las 4 de la tarde. Pero eso no era todo, pasaban de las 6 y nadie sabía del otro grupo. Oscurecía con rapidez y la preocupación de que los muchachos hicieran el peligroso recorrido de noche empezaba a hacerse notar en las mujeres.

Siete y treinta. La oscuridad ya era inminente y aunque habíamos resuelto llamar a un camión Daihatsu cama larga para que sirviera de transporte de regreso, aún no teníamos noticias del otro grupo, y lo que era peor, no las esperábamos, puesto que, la señal celular para eso lares, era un lujo. La desesperación empezó a apoderarse de algunos, que si llamamos desde la hidroeléctrica a la defensa civil, que si los padres, que si habían tomado un camino equivocado, que si los novios/esposos se hacían de guapos y trataban de cruzar el río de noche, que si se ahogaban.

El tiempo transcurría y la esperanza de ver a los muchachos esa noche se apagaba. No había forma de que fueran tan lejos por el río en la noche y el camalarga hacía una hora que esperaba a que nos decidiéramos. En consenso, decidimos llegar a otro pueblo cercano. Estaba decidido, tendríamos que pasar la noche allí y esperar a la mañana.

Llegamos a Los Cacao, donde por obra y gracia de los seres, encontramos señal celular y quien nos diera asilo; una casa vacía y unos cuantos colchones para dormir. Pero cómo dormir con la preocupación y las llamadas de las mil madres neuróticas que preguntaban por sus desaparecidos, deshidratados y hambrientos hijos, de los cuáles, no teníamos noticias. De alguna forma, el rumor había llegado a Santo Domingo y se había distorsionado de tal forma, que hasta un grupo de rescate querían armar, cuando en realidad, (y era lo que suponíamos y habíamos dicho a las madres para calmarlas) el otro grupo solo habían llegado tarde y no pudieron cruzar el río antes que anocheciera.

Amigos, familiares cercanos y lejanos, todos deseaban ansiosos las noticias de los desaparecidos. Al día siguiente nos invadieron las llamadas preguntando por direcciones de cómo llegar a Los Cacao, Padres y amigos fueron a nuestro rescate, armados con todo, desde sogas por si eran necesarias para ayudarlos a cruzar a el río, hasta la comida que tanta falta nos hizo el día anterior. A 900 horas del lunes, recibimos una llamada que daría fin a todo. Habían cruzado el río 4 de los 8 que faltaban, estaban bien y hambrientos, situación que subsanarían con un sancocho que les fue brindado por los trabajadores de la hidroeléctrica.

A las 4 de la tarde del lunes 24 de agosto, un día después de lo previsto, finalmente y con la ayuda de quienes fueron a auxiliarnos, nos reunimos todos en Los Cacao, para marcharnos sanos y salvos a nuestros hogares y contar la experiencia de lo que fue un verdadero solvaivol.

Así que a ustedes, pseudo-amantes de la naturaleza que concurren los mismos blogs y paginas webs, la próxima vez que escuchen de una excursion parecida, Ninga plis, NO lo subestimes, y respétalo, que muy probablemente sera un survivor, m**....


Totalmente Escrito por Betsaida V. Montero. (AKA LA GOLDA).

9 Pensamientos:

[K] dijo...

NINGA PLIIIII jajajajajaja


LO MAZIMO!

Amit dijo...

SUUUUPER! me encantó!!! =D

Pancho dijo...

Aaahahahaaha aaaapero!!!!

XD

Unknown dijo...

Aperisimo xDDD

falta una con el punto de vista de LOS SOLVAIVOLS

Violeta Marlin dijo...

Excelente!!

Saul dijo...

mis respetos!

Emanuel M. dijo...

jeje que bien que les haya gustado.
Este relato saldrá en la revista Dparranda de este mes. Luego les aviso para que la consigan.

Mack dijo...

Apero.

Emanuel M. dijo...

:)